Mijaíl Botvínnik fue un gran maestro soviético y ruso, además del sexto campeón del mundo de ajedrez (1948-1963). Retuvo el título durante casi 15 años (con dos breves interrupciones en 1957 y 1960) y jugó a su mejor nivel por un periodo de más de 30 años. Está considerado como uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos y también como el padre de la escuela soviética de ajedrez. Entre sus alumnos más destacados figuran campeones del mundo como Anatoly Karpov o Garry Kasparov.
Botvínnik nació en 1911 en Kuókkala, cerca de San Petersburgo, en el seno de una familia judía. Aprendió a jugar al ajedrez a los 12 años y pronto demostró su talento al derrotar al campeón del mundo José Raúl Capablanca en una exhibición de simultáneas en 1925. Su progreso fue espectacular y en 1931 se proclamó campeón de la Unión Soviética por primera vez, título que gano en seis ocasiones.
Después de proclamarse campeón soviético, Botvínnik inició su ascenso a la élite mundial. Su nivel de juego aumentó de forma considerable entre 1931 y 1935, hasta convertirse en uno de los mejores ajedrecistas del mundo. En 1936 acabó empatado en primer lugar con Capablanca en Nottingham, con medio punto de ventaja sobre el entonces campeón del mundo Max Euwe y con uno más que otro campeón del mundo, Alexander Alekhine. Botvínnik aspiraba a disputar el título mundial a Alekhine, pero la Segunda Guerra Mundial interrumpió sus planes.
Tras la muerte de Alekhine en 1946, Botvínnik se clasificó para el Torneo de Candidatos de 1948, donde se decidiría el nuevo campeón del mundo. Botvínnik ganó el torneo con claridad, con tres puntos de ventaja sobre el segundo clasificado, Vasili Smyslov. Así comenzó su largo reinado, que solo se vio interrumpido por las derrotas ante Smyslov en 1957 y Mijaíl Tal en 1960, pero que recuperó al año siguiente en ambos casos gracias a la cláusula de revancha que él mismo había introducido en el reglamento.
Botvínnik era un jugador muy completo y dominaba todos los aspectos del juego, especialmente los planes estratégicos a largo plazo. Se consideraba a sí mismo un ajedrecista con un “estilo universal”, el cual adaptaba en función del oponente al que se enfrentara. No temía entrar en ningún tipo de posición y con frecuencia buscaba el juego complejo y poco claro. Su estilo estaba marcado por una lógica implacable y una gran capacidad de cálculo.
Además de sus logros como jugador, Botvínnik también contribuyó al desarrollo teórico del ajedrez. Estudió profundamente muchas aperturas y también creó sistemas propios, como la Variante Botvínnik de la Defensa Semi-Eslava o el Ataque Botvínnik del Gambito de Dama Rehusado. Sus análisis eran muy precisos y rigurosos, y muchos de ellos siguen siendo válidos hoy en día.
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